jueves, 20 de diciembre de 2007

EL LABERINTO

Había una vez un rey llamado Minos y conoció a la diosa del amor, Afrodita. Ambos contrajeron matrimonio. Ella, lo engañó con su caballo alado, un bello unicornio blanco y tuvo con él un hijo mitad caballo, mitad humano.
El rey Minos se enteró de la traición y lo mandó a matar, pero éste escapó.
Ante esa traición, Minos tomó por la fuerza a la diosa y luego de nueve meses ella dio a luz a un hijo. Éste fue bautizado con el nombre de Hermes. A pesar de todo Afrodita estaba muy contenta por su nuevo hijo porque no había dicho que había perdido a su primogénito.
Hermes creció y se hizo un hombre, y se transformó en defensor de los griegos, que eran constantemente acechados por los soldados de su padre.
Cuando se enteró de que tenía un hermano, lo buscó y lo buscó hasta que logró encontrarlo en un pueblo llamado Babacne. Lo llevó al Monte Olimpo, residencia de los dioses y lo dejó con un soldado que se dedicó a ayudarlo, alimentarlo y servirle en todo lo que deseara.
Minos se enteró y le comenzó a tomar odio. Decidió entrar y sacarlo de allí y enviarlo al laberinto. Justo al mismo laberinto donde había encerrado al Minotauro. (Un hijo suyo nacido de una relación anterior a conocer a Afrodita que tuvo con otra mujer). Así lo hizo, con la esperanza de que el monstruo del laberinto lo devorara. Un día entró a ese lugar y su sorpresa fue que Minotauro lo devoró a él. A su propio padre.
Esto sucedió porque Minotauro y el caballo con alas mantuvieron un diálogo y se dieron cuenta de la maldad de Minos. Fue entonces que quisieron salvar al mundo de este rey que le hacía daño a todo el que se le interpone en su camino.
Luego de éste episodio, la liberación fue total y el laberinto ya no fue un lugar de terror y muerte sino una reliquia que recuerda el sufrimiento de muchas doncellas y muchachos que eran obligados a entregar su vida a favor de nadie.

Emanuel Rodríguez

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