jueves, 20 de diciembre de 2007

LA FELICIDAD DE AFRODITA

Hace muchos años atrás, en Roma, nació el hijo de Cronos y Rea, al que llamaron Neptuno. Éste tenía ojos azules y su cabello era de un color castaño muy, muy bello.
Después de los diecinueve años, Crono dejó de existir y entonces tuvo que dividirse el mundo. El mar le tocó como herencia a Neptuno y sobre las maravillosas aguas azules él construyó un gran palacio.
Pasado un tiempo, conoció a Afrodita, la diosa del amor y de la belleza. Ella era hermosísima, sus cabellos rubios ondulados parecían una cascada en primavera, y sus ojos eran claros y celestes como un firmamento veraniego.
Neptuno, ni bien posó la mirada sobre ella se enamoró perdidamente y al instante.
Transcurridos dos años, él pidió la mano de Afrodita a su padre Zeus, dios del rayo. El inconveniente es que éste no se la concedió porque dijo que no era digno de llevar al altar de los dioses a su hija.
Neptuno se dio cuenta de que tenía que hacer todo lo posible para ganar la confianza de Zeus, es por eso que se jugó al máximo por Afrodita y por su amor. Así lo hizo, pasó muchísimas pruebas, juegos y fatalidades y a todas sobrevivió airoso. Afrodita se sintió muy orgullosa de él y le pidió a su padre que aceptara y celebrara la gran boda.
La belleza de Afrodita hasta hoy cautiva y cautivará a todos, pero sólo Neptuno fue el gran ganador ya que no sólo obtuvo la confianza de Zeus, sino que ganó algo más importante: el amor de Afrodita.

Yanina Barbadillo

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