Venus era una diosa tan, pero tan bella que las demás diosas estaban envidiosas de ella. Además de ello, poseía una bondad inigualable.
Las diosas decidieron encerrarla en un laberinto sin salida y así lo hicieron. Pasaron muchos años y Venus seguía allí. Lo que éstas no sabían es que cada día que pasaba, la diosa de la belleza se embellecía más y más.
En un banquete que dio Zeus, y que asistieron todos los dioses, se dieron cuenta de que Venus no estaba presente. Todos la buscaron sin cesar hasta que Eros, el dios del amor pensó que podía encontrarse en el laberinto.
Una madrugada, antes de que la luna ocultara se bello rostro y el astro rey iluminara el Monte Olimpo con sus rayos dorados, Eros partió en búsqueda de Venus.
Sorteó mil pruebas hasta que pudo liberar a la diosa de la belleza de esa encrucijada.
Ella volvió con su amado rescatador a la residencia de todos los dioses y narró todo lo sucedido. Entonces Zeus, la deidad mayor determinó que las diosas secuestradoras vagaran por toda la eternidad bajos las llamas del tátaro.
Pero tan buena y bondadosa era Venus que intercedió ante ellas y Zeus permitió que fueran las servidoras en los banquetes de todos los dioses y que en lugar de ir a tártaro lavarían las copas que las deidades ocuparan en sus fiestas. Y colorín colorado, este mito ha terminado.
Bladimiro Cedillo
jueves, 20 de diciembre de 2007
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