Hace muchos años atrás, en un castillo muy hechizado había una fiera, era una bestia peluda. Febo, hijo de Zeus, entró allí y cuando vio a esa fiera no le tuvo miedo como acostumbraban los demás héroes que allí entraban.
La bestia al ver al hermoso dios, con fuertes músculos, bellos cabellos, al ver al dios de la profecía, de la medicina y de la arquería, se enamoró profundamente de él. Fue un deslumbramiento raro ya que el minotauro era un monstruo y Febo un dios.
Hay que destacar que el deslumbramiento sufrió una transformación: en amistad. Sí, porque el minotauro y Febo se hicieron muy amigos. El dios le enseñó al monstruo a manejar a la perfección el arco y la flecha, y se convirtió en una excelente luchador. Por otro lado, pudo conocer todas las plantas y las propiedades medicinales de cada una de ellas. Y a través de algunas prácticas de concentración Febo le enseñó a ver el futuro.
El minotauro, de esta manera pudo, ver que lentamente se le acercaba una mujer muy bella, con vestidos de sedas y adornada con brillantes joyas. Ella era Afrodita, la diosa del amor.
Con toda su delicadeza, afrodita sopló sobre el minotauro un polvo mágico de oro. Esto hizo que junto a su personalidad, el monstruo mitad hombre y mitad toro, cambiara su aspecto físico y se convirtiera en un bello héroe.
Los tres salieron a caminar cuado en el medio de los jardines de los palacios de los dioses venía caminando Atenea, la diosa de las artes y oficios, y de la guerra; auxiliadora de los héroes.
Al día siguiente, Atenea salió a caminar con Minito, nuevo nombre adoptado por el minotauro, visitaron bosques, praderas, montañas y ella en secreto le enseñó todo lo referente a la guerra, las artes y los oficios. Poco a poco, sus miradas iban fortaleciéndose y de repente sellaron todo con un beso.
Finalmente, se rompió el hechizo del castillo. Minito y Atenea vivieron juntos y felices. Tuvieron un hijo y los padrinos de bautismo fueron sus mejores amigos Afrodita y Febo.
Estas historias mitológica parecen no tener fin... ¿Les parece?...
Romina González
La bestia al ver al hermoso dios, con fuertes músculos, bellos cabellos, al ver al dios de la profecía, de la medicina y de la arquería, se enamoró profundamente de él. Fue un deslumbramiento raro ya que el minotauro era un monstruo y Febo un dios.
Hay que destacar que el deslumbramiento sufrió una transformación: en amistad. Sí, porque el minotauro y Febo se hicieron muy amigos. El dios le enseñó al monstruo a manejar a la perfección el arco y la flecha, y se convirtió en una excelente luchador. Por otro lado, pudo conocer todas las plantas y las propiedades medicinales de cada una de ellas. Y a través de algunas prácticas de concentración Febo le enseñó a ver el futuro.
El minotauro, de esta manera pudo, ver que lentamente se le acercaba una mujer muy bella, con vestidos de sedas y adornada con brillantes joyas. Ella era Afrodita, la diosa del amor.
Con toda su delicadeza, afrodita sopló sobre el minotauro un polvo mágico de oro. Esto hizo que junto a su personalidad, el monstruo mitad hombre y mitad toro, cambiara su aspecto físico y se convirtiera en un bello héroe.
Los tres salieron a caminar cuado en el medio de los jardines de los palacios de los dioses venía caminando Atenea, la diosa de las artes y oficios, y de la guerra; auxiliadora de los héroes.
Al día siguiente, Atenea salió a caminar con Minito, nuevo nombre adoptado por el minotauro, visitaron bosques, praderas, montañas y ella en secreto le enseñó todo lo referente a la guerra, las artes y los oficios. Poco a poco, sus miradas iban fortaleciéndose y de repente sellaron todo con un beso.
Finalmente, se rompió el hechizo del castillo. Minito y Atenea vivieron juntos y felices. Tuvieron un hijo y los padrinos de bautismo fueron sus mejores amigos Afrodita y Febo.
Estas historias mitológica parecen no tener fin... ¿Les parece?...
Romina González
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